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A lo largo de estos últimos meses hemos tenido la oportunidad de vivir algo único y excepcional. Hemos vivido una larga etapa de confinamiento en nuestras casas con el objetivo de frenar la expansión del coronavirus.

Esta situación nos ha puesto a prueba y se ha traducido en miedo, incertidumbre, tristeza y otras sensaciones que hemos ido gestionando lo mejor que hemos podido según las circunstancias de cada uno.

En este contexto apenas había margen para el desahogo. Difícilmente podíamos expresar nuestras inquietudes y preocupaciones en un entorno igualmente cansado y desbordado. Al contrario, en muchos casos seguro que os ha tocado mantener la templanza para transmitir seguridad y ánimo para seguir adelante.

Seguro que lo habéis hecho de forma instintiva, sin prestar atención a cómo lo hacíais. Pero si teníais delante alguna persona importante para vosotros seguro que lo habéis hecho muy bien. El silencio y la escucha, sin daros cuenta, os han proporcionado herramientas fundamentales para esa tarea de transmitir tranquilidad en vuestro entorno.

También os habréis encontrado con personas a vuestro alrededor, las menos, que os han dado la oportunidad de verbalizar vuestros desasosiegos y temores. Personas que «os han abierto la puerta” y os han dado la oportunidad de sentiros cómodas o cómodos hablando.

La capacidad de permanecer en silencio, de escuchar de forma activa es algo innato en algunas personas y supone un instrumento muy poderoso para establecer una comunicación de calidad en todos los ámbitos. En la esfera familiar una comunicación efectiva puede evitar numerosos conflictos, facilita la convivencia y la ayuda a resolver cualquier desavenencia que surja.

Lo mismo ocurre en el entorno laboral. Adquirir buenos hábitos de escucha puede facilitar nuestras relaciones con el resto de las personas a todos los niveles.

Esta capacidad de escucha se puede mejorar con los beneficios que esto implica para todos.

Ten en cuenta estos consejos:

  1. ¿De verdad quieres escuchar a esa persona? Es la primera pregunta que nos tenemos que hacer. Escuchar requiere atención y desgaste. Resérvate para las personas que realmente te importan.
  2. ¿Es el mejor momento para tí? Es la segunda pregunta que debemos hacernos. La escucha lleva tiempo y requiere un mínimo bienestar por tu parte. La mayoría de las veces se puede posponer sin que tu interlocutor se sienta incómodo. Le puedes transmitir tu interés, tu preocupación y buscar el momento más adecuado para prestarle la mejor atención.
  3. Busca un entorno adecuado. Un lugar tranquilo y que ofrezca una mínima intimidad.
  4. Presta atención a lo que dices.
  5. Procura no interrumpir. Procura no anticipar lo que va a decir la otra persona. Asiente, escucha. Si consideras que ha omitido algún detalle importante o no eres capaz de seguirle díselo y haz preguntas concretas. Ayuda a que siga su hilo argumental. Así le estás transmitiendo atención e interés por lo que dice.
  6. No hables de tus problemas. Piensa que es su momento, su tiempo, no el tuyo.
  7. No minimices o banalices lo que te esté contando. Procura no utilizar tópicos (ya sabes como esto, … el tiempo todo lo cura, …), así evitas que perciba un cierto desinterés o incomodidad por tu parte.
  8. Presta atención a lo que no dices. Me refiero a que estés atento a tu comunicación no verbal. Ponte cómoda/o y transmite esa comodidad. Procura estar tranquila/o y transmite esa tranquilad. Una persona inquieta o moviéndose constantemente es mala interlocutora. Intenta mirar a la persona a los ojos y tener un contacto visual frecuente. Es difícil sincerarte o percibir atención con alguien que mira a otra parte o al suelo. Procura colocarte de frente a la persona. No te pongas de perfil. Evita gestos que denoten incomodidad como cruzarte de brazos. Camina con las manos en los bolsillos, entrelaza los dedos y reposa los brazos en el regazo si estás sentado,…
    Depende del grado de confianza y del contexto el contacto físico como coger la mano o una caricia en el brazo pueden aportar calidez y confianza.
  9. Ten en cuenta que la escucha es más una tarea de acompañamiento que de intervención por tu parte. Quédate en un segundo plano. Olvídate de cualquier tipo de protagonismo. No juzgues, no aconsejes si no te lo piden, no tomes decisiones en su lugar. Se trata de que la persona a la que estás prestando atención acabe reconfortada y con mayor capacidad para tomar sus propias decisiones.
  10. Acaba bien. Una vez ha terminado recuerda las virtudes y los valores que tiene, las cosas que ha hecho y hace bien. Empodera a esa persona y, si es pertinente, verbaliza el cariño que sientes por ella.
  11. Reclama cierto grado de reciprocidad. Todos podemos mejorar nuestra capacidad de escucha. Lo justo es que esa persona te ofrezca su tiempo y atención cuando tú lo necesites. Todos necesitamos que nos escuchen. Tú también

Seguro que todos nos hemos reconocido haciéndolo mal, incluso con personas que nos importan y queremos. También seguro que todos, cuando nos hemos sentido escuchados, hemos percibido el silencio, la mirada, el gesto y la atención. La virtud del silencio se puede cultivar y llegar a transformarse en el arte de la escucha.

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