Vivimos en una sociedad en la que todo lo que suponga cualquier tipo frustración o sufrimiento se considera intolerable y ajeno a la propia naturaleza humana. Una sociedad que, aunque frecuentemente lo olvide, vive instalada en el bienestar incluso en la opulencia.
Situaciones de ansiedad o de bajo estado de ánimo dentro de la normalidad se tienden a considerar patológicas y se pide que se alivien con fármacos como si fuesen enfermedades. ¿Tristeza o depresión?
Observo como los trastornos mentales más graves siguen suponiendo un considerable estigma para pacientes y familiares mientras que se tiende a psiquiatrizar y considerar como enfermedades reacciones tan humanas como la tristeza.
A veces no es fácil establecer la diferencia ¿Dónde poner el límite entre la tristeza y la depresión?
TRISTEZA DENTRO DE LA NORMALIDAD
Todos nosotros, a lo largo de nuestra biografía, vivimos etapas de bajo estado de ánimo, de tristeza, que se pueden considerar normales. Nos puede ocurrir por motivos sentimentales, por motivos familiares, por motivos laborales o por conflictos en nuestro entorno de amistades.
Estas situaciones se traducen en sensación de tristeza, dificultades para dormir, cansancio, disminución del apetito, sensación de culpabilidad, tendencia al llanto y al aislamiento. También puede aparecer irritabilidad en nuestro entorno familiar o pensamientos negativos en los que no cabe la esperanza.
El cuadro que describo va a tener una serie de características que lo va a diferenciar de la depresión:
– Van a tener un carácter limitado en el tiempo
– Van a responder a nuestros intentos de superar la situación.
– Vamos a tener una sensación de control sobre lo que nos ocurre.
– Vamos a mantener nuestra funcionalidad a todos los niveles (personal, familiar, social y laboral) aunque no estemos al 100%.
Se trata de un cuadro normal ante una pérdida, una etapa de cambio vital, fruto del cansancio y del desgaste en determinados momentos de nuestras vidas.
En estos casos la sensación de control, el autocuidado y el apoyo en nuestros seres queridos es suficiente para aliviar el cuadro a medida que pasa el tiempo.
CUADRO DE DEPRESIÓN
La situación que describo previamente se puede complicar.
Los síntomas van a ser los mismos peros sus características van a tener una repercusión en nosotros mucho mayor.
– Los síntomas se mantienen en el tiempo.
– El cuadro no responde a nuestros intentos de superar la situación. El descanso, el autocuidado o el apoyo de nuestro entorno no nos proporciona un alivio suficiente.
– Tenemos una sensación de pérdida de control sobre lo que nos está sucediendo que frecuentemente nos asusta muchísimo.
– Nuestra funcionalidad (personal, familiar, laboral o social) se va a ver afectada un una o en todas las facetas.
La clínica se vuelve más intensa
– La tristeza es mucho más profunda. Aparecen pensamientos negativos difíciles de manejar que nos producen mucho malestar. No somos capaces de ver un horizonte de esperanza.
– La ansiedad de apodera de nuestra vida. Nos cuesta levantarnos de la cama. Supone afrontar un nuevo día que nos desborda. Es frecuente la presencia de naúseas o vómitos matinales. Esta ansiedad también se puede traducir en somatizaciones que se traducen en palpitaciones, molestias gástricas, mareos inespecíficos, cefaleas u otras. Pueden aparecer crisis de ansiedad con sensación de falta de aire o, en los casos más intensos, crisis de pánico con sensación transitoria de muerte inminente.
– El insomnio, tanto de conciliación como de mantenimiento, empeora el cuadro y nos desgasta todavía más.
– La falta de apetito suele ser muy marcada y se acompaña de falta de disfrute incluso de los platos que antes nos resultaban más apetitosos.
– Tendemos a querer “huir” de esta sensación y los más frecuente es que se instaure la tendencia a dormir y a mantenernos la cama o a estar tumbados todo el día (clinofilia).
– La falta de energía es muy marcada (anergia). No somos capaces de realizar actividades que antes realizábamos con normalidad y esta situación nos asusta y bloquea todavía más.
– Perdemos interés por lo que ocurre en nuestro entorno (apatía) y dejamos de hacer cosas con las que antes disfrutábamos como hacer deporte o leer (anhedonia). Además, tendemos a renunciar a las relaciones familiares y/o sociales (aislamiento).
Uno de los colectivos que más padecen depresiones son las personas mayores. En estos casos las características del cuadro son diferentes y saber distinguir entre tristeza y depresión resulta más difícil.
Como vemos el cuadro de depresión, incluso en los cuadros más leves, supone un gran sufrimiento y una clínica mucho más grave.
La sensación al ver que se perpetúa y que no tenemos la posibilidad de afrontarla con nuestros propios medios nos produce una sensación de pérdida de control sobre nuestra vida que nos atemoriza hasta bloquearnos. Si nosotros o nuestro entorno sospechamos que podemos tener cuadro depresivo acude a un especialista en Salud Mental para valorarlos y tratarlo v cuanto antes.
Da mucha tranquilidad saber lo que nos pasa. Tener un diagnóstico adecuado y empezar a tratarlo con psicoterapia, antidepresivos o con ambos cuanto antes es lo más recomendable. De esta manera se ahorra mucho malestar y sufrimiento en el paciente y en su entorno.
No desvirtuemos la verdadera depresión y la equiparemos con la tristeza normal e inherente a la condición humana.
No abusemos del término y no saquemos rentabilidad mezquina de un cuadro que, incuso en su mínima expresión, supone un malestar y sufrimiento que sólo conocen los que la han padecido.