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En los últimos años se han introducido en nuestro vocabulario una serie de términos de origen psiquiátrico que, de tanto usarlos, están perdiendo su esencia. Hablamos de depresión, bipolaridad o esquizofrenia con una ligereza que desvirtúa la dimensión real de estas enfermedades.

De la misma manera, considero que hay términos que están sobrevalorados. Últimamente el uso del adjetivo tóxico aplicado a algunas personas parece un eufemismo, parece que les otorga un halo de benignidad. Incluso algunas personas quieren ver enfermedades mentales donde no las hay.

A un grupo de estas personas tóxicas debemos de llamarlas directamente por su nombre: acosadores, maltratadores o, sencillamente, psicópatas que es la forma más correcta de designar a las personas dañinas.

Para el resto me quedo con el término de personaje tóxicos. Estos personajes son mucho más frecuentes (se estima que entre un 5% y un 15% de la población son casi psicópatas). Se hacen notar fácilmente entre nosotros para poner a prueba nuestra templanza en cualquier ámbito de nuestra vida. Las personas tóxicas  son personas que no han madurado emocionalmente, gente profundamente insegura y egoísta que necesitan entablar una relación absorbente con su entorno para poder descargar sus frustraciones. Lo tenemos que entender como una forma de ser, no como una enfermedad mental.

¿Cómo son los personajes tóxicos? Hay múltiples descripciones de sus características. Yo voy a aportar la mía.

1- Su universo es pequeño, pobre y gira en torno a ellos. Cualquier circunstancia que suponga poner en peligro este universo y su bienestar lo viven como una amenaza y reaccionan de forma inadecuada, incluso agresiva.

2- Tienen tendencia a sentirse superiores. Suelen infantilizar a todas las personas de su entorno, así todo les resulta más fácil. No son capaces de establecer vínculos adultos y maduros con su entorno. Intentan manipular su entorno para su beneficio de forma burda.

3- Presentan una actitud basal negativa y destructiva. Realizan comentarios inadecuados. Tienden a distorsionar cualquier ambiente o grupo. Son invasivos (incluso a nivel físico) e interrumpen sin ningún pudor.

4- Resulta frecuente que presenten nula capacidad de escucha y un discurso unilateral incoercible. Tienen tendencia a reacciones inmaduras ante los conflictos. Son altaneros y soberbios ante cualquier intento de reconducción.

5- Es característico que tengan poca capacidad de resolución. Suelen tender a trasladar a su entorno de forma abrupta y alarmista cualquier circunstancia que implique la mínima responsabilidad. Son bastante parásitos y están continuamente pidiendo favores en su entorno.

6 – Se arrogan opiniones, incluso decisiones, por encima de sus conocimientos o responsabilidad, haciendo auténticos alardes de ignorancia que generan situaciones desagradables y frecuentes conflictos.

7- No son capaces de identificar situaciones de sufrimiento en los demás. Tienden a ser muy sensibles con sus malestares y problemas. Los trasladan a su entorno de forma inmediata, reiterada y con un victimismo desproporcionado.

8- Suelen ser intolerantes, extremistas y radicales. Pretenden imponer su modelo y forma de pensar llegando a la impertinencia. Menosprecian cualquier actividad o punto de vista que no sea el suyo.

9- Son crueles y despiadados con los más débiles y serviles de forma interesada con las personas más poderosas.

10- El conjunto antes descrito supone un desgaste descomunal para su entorno familiar, social o laboral.

Seguro que nos vienen a la cabeza multitud de personas con alguna de estas características.  Pero creo que, si hacemos un ejercicio de humildad, también reconoceremos alguna de estas conductas en nosotros mismos. Lo normal es que las identifiquemos y nos demos cuenta de que son perjudiciales. Esa es la diferencia con los personajes tóxicos. De esta manera hemos aprendido a adoptar conductas más edificantes como empatizar, escuchar,  tolerar o construir. También hemos aprendido lo mucho que los comportamientos maduros nos aportan a nosotros y a nuestro entorno.

Opino que la sociedad y los colectivos donde se desenvuelven estos personajes debería reaccionar y transmitir con firmeza el rechazo a sus conductas de forma sistemática. Por desgracia no es lo que veo que ocurra. Muchas veces estos sujetos campan a sus anchas ufanos, empoderados y orgullosos de su bajeza moral. Vivimos en una sociedad en la que poner límites, es decir, reconducir situaciones con firmeza y coherencia como principio de autoridad está mal visto. Realizar esta labor implica valentía y supone un tremendo desgaste. Por desgracia, resulta más cómodo evitar el confrontamiento y sumar víctimas entre los más vulnerables. Es frecuente que muchas de las personas afectadas acaben en la consulta de psiquiatría buscando rehacerse después del mayor de los desamparos.

¿Y si nos toca convivir con un personaje tóxico? Va a depender mucho de la resonancia de sus actos, de la cercanía y del grado de madurez del personaje.

En los casos más sencillos y menos cercanos, simplemente, evítalos, aléjate.

Si el caso te preocupa y es una persona cercana tendremos que pensar en tomar alguna medida. Cuando desenmascaras y te enfrentas estas situaciones estás haciendo lo mejor para ti y todo tu entorno. Estás haciendo lo correcto.

En primer lugar, yo recomendaría calibrar la repercusión que su conducta está teniendo en tu vida. Plantéate el grado de desgaste que te supone. Si tienes dudas, puedes compartirlo con personas cercanas de confianza o con profesionales de la  salud mental.

En los casos en los que el sujeto mantenga alguna capacidad de escucha o de empatía se puede abordar la situación desde el diálogo.

El siguiente paso debe ser el de la firmeza frente a sus conductas inadecuadas. No cedas ante manipulaciones, coacciones, chantajes explícitos o chantajes emocionales.

Si un sujeto de estas características se enfrenta a tí es que lo estás haciendo bien. Hacer lo contrario sería alimentar un monstruo.

De cualquier manera, en esta situación de tensión la figura tóxica se siente cómoda, pero tú te vas a agotar. En este escenario te tienes empoderar, buscar apoyos y cargarte de energía. Puede que llegue un momento en el que tengas que decir basta. Tal vez, en algún momento, te tengas que plantear medidas drásticas en función del escenario en el que te desenvuelvas: familiar, laboral, social.

En el caso más extremo nos tendremos que plantear si se está pasando la línea roja entre un personaje tóxico y un delincuente. Si dudas no tengas miedo de hacer consultas a letrados de colegios profesionales, sindicatos o bufetes especializados. Estas situaciones pueden ser graves y pueden ser constitutivas de delito.

Apoya y da soporte, ya sea de forma individual o colectiva, a las personas que estén siendo víctima de uno de estos sujetos. Pongamos límites entre todos a los personajes tóxicos. También debemos de estar muy atentos porque puede ser la antesala o estar ya presentes casos de abuso, acoso o maltrato. En estos, casos tolerancia cero.

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