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Un trauma emocional es toda aquella vivencia que lleva asociado un componente afectivo doloroso y que nos deja huella. En los casos más graves se puede traducir en síndrome por estrés postraumático que, de cronificarse se puede transformar en complejo.

Todos hemos vivido traumas emocionales a pequeña escala. Se puede tratar de un accidente poco importante, agresiones leves o ser testigos situaciones desagradables. Estas situaciones de carácter leve y transitorio de nuestras vidas pueden dejarnos como secuelas el recuerdo reiterado del suceso, evitar determinadas situaciones o lugares o producir una situación de temor y aumento de la atención a los estímulos de nuestro entorno. Generalmente duran unos días o semanas y todo ello se reduce a un recuerdo desagradable que se va diluyendo a medida que pasa el tiempo.

Cuando una persona padece un trauma emocional grave, el cuadro afectivo descrito en el párrafo anterior se magnifica y se traduce en una serie de signos y síntomas que constituyen lo que conocemos como trastorno por estrés postraumático

 

Las causas pueden ser múltiples.  Se suele deber a una exposición directa a la muerte, lesión grave o violencia sexual, ya sea real o amenaza. Puede ocurrir con la presencia durante del suceso traumático ocurrido a otras personas. También puede ser consecuencia de que el suceso traumático haya ocurrido a un familiar próximo o a un amigo íntimo. Por último, también puede ocurrir por la exposición repetida y extrema a detalles repulsivos del suceso traumático (profesionales vinculados a los traumas: trasporte sanitario urgente, forenses, policías, enfermeras, médicos)

 

Las consecuencias se pueden reducir de forma didáctica en tres grupos de síntomas:

  • Recuerdos intrusivos del hecho traumático. Consisten en revivir el acontecimiento de forma muy vívida e intensa sin poderlo evitar. Padecer pesadillas en torno al trauma. Se denomina fenómenos de reexperimentación a los recuerdo y vivencias del episodio traumático ante cualquier estímulo físicos: olores, sonidos, lugares o situaciones (noticias, películas) que les evoquen el suceso traumático.
  • Conductas de evitación. Consisten en evitar cualquier persona, situación, lugar o que les pueda hacer revivir la experiencia.
  • Estado de hiperalerta. Las víctimas piensan que la amenaza persiste. Viven con un aumento de la ansiedad basal y miedo de manera que cualquier ruido o imprevisto les puede sobresaltar de forma desproporcionada.

Hasta hace poco se incluían las  alteraciones afectivas y cognitivas dentro del cuadro. Incluían pensamientos negativos sobre sí mismo, otras personas, o el mundo en general.

 

En la actualidad y con la introducción del concepto de trastorno por estrés postraumático complejo (este diagnóstico ha sido recientemente incluido en la Clasificación Internacional de Enfermedades CIE-11 , fue adoptada por la 72.ª Asamblea Mundial de la Salud en 2019 y entró en vigor el 1 de enero de 2022) este grupo de síntomas se incluye en este último cuadro.

 

El trastorno por estrés postraumático complejo tiene en cuenta algo que los clínicos echábamos de menos a la hora de establecer diagnósticos más académicos de cara a procesos judiciales.  Tiene la particularidad de que tiene en cuenta la cronicidad y/o reiteración del proceso traumático y las consecuencias afectivas y funcionales en las víctimas. En nuestro entorno podríamos mencionar los abusos sexuales reiterados, la violencia de género o el hecho de vivir durante años bajo amenazas o coacciones de origen terrorista.

 

Completa la definición del cuadro ya que hasta ahora se suponía que un síndrome por estrés postraumático tenía carácter agudo y limitado, de manera que su persistencia años después de los hechos carecía de credibilidad y consistencia académica a nivel judicial.

 

Además, el trastorno por estrés postraumático complejo (TEPC) se caracteriza por la gravedad y la persistencia de:

  1. Problemas en la regulación del afecto. Con el tiempo la frustración se traduce en irritabilidad, ataques de ira, conductas impulsivas y autodestructivas (alcoholismo u otras adicciones). En este apartado también son frecuente la aparición de somatizaciones
  2. Creencias respecto de sentirse uno mismo disminuido o sin valor, así como sentimientos de vergüenza y culpa relacionados con el evento traumático.
  3. Dificultades para mantener relaciones sociales y sentirse cerca de los demás.

Estos síntomas causan un deterioro significativo en la esfera personal, familiar, social, educativa, ocupacional u otras áreas importantes del funcionamiento.

 

A modo de conclusión

Se puede establecer que las víctimas de abuso sexuales, violencia de género o terrorismo pueden sufrir un cuadro que se puede prolongar durante años.

 

Las consecuencias van a depender, sobre todo de:

  • Intensidad del trauma vivido,
  • De la sensibilidad de la propia persona,
  • Del apoyo que reciba por parte de la familia

También serán decisivas para el pronóstico del cuadro:

  • El apoyo del entorno social, laboral
  • Las facilidades que le ofrezca el sistema a nivel socio-sanitario y jurídico

 

La aparición en la clasificación internacional de enfermedades (CI-11) en el año 2017 de la definición del cuadro de trastorno por estrés postraumático complejo (TEPC) dando importancia a la reiteración del trauma y a las consecuencias crónicas del mismo, nos ha facilitado a los profesionales transmitir a la sociedad y a la judicatura la verdadera dimensión del sufrimiento y limitaciones funcionales a nivel personal, familiar, social y laboral que padecen las víctimas de un trauma emocional grave.

 

De esta manera, se pueden establecer marcos más adecuados y realistas aplicación de la justicia.

 

Donde no hay caridad, no puede haber justicia. (San Agustín)